¡Hasta mañana papi! ¡Tú eres el mejor y el único para mí!, -la abracé, le di un beso en su mejilla y se fue a acostar. Mientras esto ocurría, una frase se repetía en mi corazón, una y otra vez, con gran fuerza: “Nadie te puede quitar lo que ya es tuyo”.
lunes, 29 de junio de 2009
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